EL AÑO DE LA CONFLUENCIA MENTE-UNIVERSO

LA TIERRA YA EMITIÓ SU VEREDICTO...


27 dic 2009

"Hay dos formas

de ver la vida:

una es creer que
no existen milagros,

la otra es creer

que todo es un milagro."


Albert Einstein

TODO ESTÁ ILUMINADO



“Reflexioné muchas veces acerca de la rigurosa búsqueda. Me ha demostrado que todo está iluminado por la luz del pasado. Siempre está a nuestro lado... la parte interior, mirando hacia afuera... Como tú dijiste. Lo de adentro, hacia afuera. De esta manera siempre estaré al lado de tu vida... y tú siempre estarás al lado de la mía. Nuestras familias estarán con nosotros y la familia de nuestras familias. Tu abuelo, y tal vez de alguna forma, también mi abuelo. Te envío esto porque hemos compartido algo por lo cual existir y, por supuesto... en caso de que alguien venga buscando."


Todo está iluminado (Everything Is Illuminated) de Jonathan Safran Foer. Dirigida por Liev Schreiber (2005)




El monstruo ocupado

Alejandro Nadal


Es buen tiempo para leer el poema escrito hace más de 50 años por E. E. Cummings. Nunca hay que apiadarse del monstruo ocupado, dice el poeta. Produce cosas, pero no puede hacer que nazcan. Es la (in)humanidad, afirma Cummings, que vive endiosada en la creencia de su grandeza a pesar de su pequeñez y vive sometida a esa enfermedad confortable que llamamos civilización.

Cada vez existe más gente en el mundo que cuestiona la noción de progreso y civilización que hemos heredado. Incluso en los países ricos y en las capas más beneficiadas de la población, el sentimiento de insatisfacción es cada vez más difundido. Esto puede parecer paradójico para muchos porque las ventajas que una parte importante de la población mundial ha podido derivar de eso que llamamos civilización no son despreciables: mayor esperanza de vida, erradicación de enfermedades terribles, energía con sólo accionar un botón, etcétera. Casi parece evidente que lo que llamamos progreso y civilización trae beneficios portentosos.

Cierto, la abundancia de mercancías y de riqueza material es sorprendente, aunque todos sabemos que coexiste con una desigualdad igualmente impresionante. Eso ya debería ser una razón suficiente para cuestionar el sentido de “nuestra” civilización. Aunque muchos de esos beneficios materiales le han llegado a una parte importante de la población mundial, es cierto que la mayor parte de la población del planeta no vive en condiciones satisfactorias.

¿Qué dicen los números? De la población mundial de 6 mil millones de seres, mil millones viven en condiciones que podrían acomodarse a la palabra civilización: acceso a buenos servicios de salud y alimentación, comodidad material y esparcimiento, estabilidad patrimonial. En esa capa se encuentran los 300 y pico millonarios del mundo. Pero debajo de ese estrato hay 2 mil millones que se mantienen con ingresos cercanos a los 8 mil dólares anuales, lo que apenas les permite sentirse que son parte de la sociedad de consumo. Viven endeudados, rentando el espacio en el que malviven, amenazados por el fantasma del desempleo y no tienen protección para el caso de contraer enfermedades.

Otros 2 mil millones viven en la pobreza, con un ingreso minúsculo y una alimentación deficiente. Sus condiciones materiales de vida son insatisfactorias, con malos servicios de agua y salubridad. Finalmente, otros mil millones se hunden en la pobreza extrema en distintas regiones del planeta, y su existencia es brutal y breve, como diría Hobbes. Es decir, para 85 por ciento de la población mundial el sueño de la civilización y el progreso todavía es una distante ilusión.

Lo más importante es que lo que llamamos riqueza material es resultado de un gigantesco proceso de destrucción ambiental que está provocando la mayor y más rápida extinción masiva de especies en la historia de la biosfera. Desde que surgió la vida en el planeta se han presentado cinco extinciones masivas de especies: procesos en los cuales una proporción importante de las especies existentes desaparece de la faz del planeta para siempre. La primera se produjo hace 450 millones de años y la quinta se presentó hace apenas 65 millones de años. En conjunto, esos episodios de extinciones masivas han provocado la desaparición de cerca de 98 por ciento de todas las especies que alguna vez han vivido en nuestro planeta. Ésa sí que es una estadística terrorífica.

Hoy la (in)humanidad está provocando el sexto evento de extinción masiva en la historia de la biosfera. Y este episodio está avanzando a un ritmo mucho más rápido que en los casos de otras extinciones masivas. Se calcula que cada año se extinguen entre 17 mil y 100 mil especies. ¿Cómo puede un experto afirmar que se extinguen 17 mil especies cada año y otro científico afirmar que son 100 mil? Para algunos, eso desacredita a los biólogos y paleontólogos y los hace quedar como alarmistas. Pero no hay que engañarse. El hecho de que las estimaciones sobre el número de especies que anualmente se extinguen tengan un rango tan grande se debe, en primer lugar, a la incertidumbre sobre el número total de especies en la biosfera. El récord fósil revela que aun el rango inferior es varios órdenes de magnitud superior a la tasa normal de extinciones en el planeta en “tiempos normales”.

No cabe duda. La humanidad está teniendo el mismo impacto que el de una colisión del planeta con un meteorito (como pudo suceder hace 65 millones de años, cuando se extinguieron los dinosaurios). Pero hasta ahora, nos hemos estado preocupando por las soluciones puntuales, como reciclar materiales o ahorrar energía. Son cosas buenas, pero quizás van a ser insuficientes para revertir el proceso de destrucción porque están situadas en un plano demasiado localizado. No estamos controlando las fuerzas económicas detrás de la colosal destrucción ambiental que estamos generando. Ni siquiera aparece en el horizonte algo que se parezca a un consenso sobre cómo frenar el apetito del monstruo ocupado. Quizás el comienzo sea hacerle sentir la humildad de su pequeñez.

TENEMOS QUE IR... ¿A DÓNDE?



Ella siempre le pregunta: "¿Por qué estás tan triste?” -- 'Muy dolorosa'', responde él". “Estoy triste porque toda la vida es dolorosa", lo repite siempre, con la esperanza de enseñarle a ella la Verdad Número Uno de las Cuatro Grandes Verdades budistas. – Aparte de eso, ¿qué podría ser más verdadero? Con sus ojos púrpura intensos ella parpadea hacia él balanceando su cabeza y diciendo "ajá", una comprensión de sabiduría indígena. El reitera: “Toda la Vida es Triste.” Ella mece la cabeza, concuerda, no tiene nada que comentar.

Él la ama, está apasionado por ella, que le acaricia el brazo con un dedo. Él la adora, pero tiene presente su propio lugar en la eternidad: ha renunciado a la lujuria con las mujeres, a la sexualidad, quiere entrar en un torrente sagrado de luz en su camino, aunque según su corazón la besaría entera. Ella sabe que él la ama. Y cada cual cuida su propia vida.

Con los ojos cerrados y las manos juntas ella parece una Madona. – Le reza a la Virgen de Guadalupe en tanto un gallo da vueltas por el cuarto sucio y desordenado, donde también hay un gato y gotea el agua de la lluvia. Ella ama la muerte, va hacia el ícono, arregla las flores y reza. - Se arrodilla con un sandwich en las manos y reza, Luego se sienta en la cama a la manera birmana, una rodilla junto a la otra, abatida. Le hace una larga oración a María para agradecer el alimento, él la espera en silencio respetuoso. Ella se quita despacio sus largas medias de nylon antes de meterse en la cama y él observa sus bellas caderas antes de abrazarla allí, muy quieto.

Murmura: “Todos nosotros nacemos para morir”.

La lluvia resuena afuera. Dentro, hay fotos porno descoloridas pegadas en la pared. El la imagina con el agua de lluvia corriendo por sus cabellos. Le dice otra vez: “La vida es dolor”, ella concuerda, pero responde que “la vida también es amor”.

Un dedo de él toca la rodilla de la mujer. Se queda allí, quieto.

Murmura: "No somos nada. Podemos morir mañana. No somos nada."

Tenemos que ir... ¿a dónde? No sé, pero tenemos que ir...

26 dic 2009

TRISTESSA / de JACK KEROUAC





Autor de Los subterráneos, En el camino, Los vagabundos del Darma, profeta de la generación beat, Jack Kerouac solí­a escribir en rollos de teletipo para no frenar su frenético impulso creativo. A pesar del agudo comentario de Truman Capote ("eso no es literatura: es mecanografí­a"), la narrativa beat no ha perdido su intensidad en varias décadas. Kerouac nació en 1922, en Lowell, Massachussetts, y murió en 1969 en San Petersburgo, Florida. Entre sus libros, Kerouac preferí­a Doctor Sax, escrito en 1952, en "México-Tenochtitlán, antigua capital de los aztecas". Su tumba no tiene epitafio alguno. Las huellas de su vida están en sus libros.


*Las palabras en cursiva están en español en el original.


Estoy con Tristessa en un taxi, borracho, con una enorme botella de whisky Juárez que guardo en una de las bolsas de mi mochila ferrocarrilera que me acusaron de sacar de un tren en 1952... Heme aqu­í en la ciudad de México, lluviosa noche de sábado, misterios, viejos sueños de pequeñas calles innombrables por las que he caminado entre una multitud de sombrí­os Indios Vagabundos envueltos en patéticas cobijas que te hacen llorar. Al verlos me imagino brillosos cuchillos debajo de los pliegues de sus ropas... Lúgubres sueños trágicos como el de aquella noche en el viejo tren, cuando mi padre colocó sus grandes muslos en el asiento de un carro nocturno para fumadores, mientras afuera el guardafrenos con luz roja y blanca se desplazaba pesadamente por la vasta y triste niebla de las v­as de la vida... Pero ahora estoy en este valle vegetal de México; unas noches antes, en la azotea donde dormí­a, me tropecé con la luna de Citlapol cuando me dirig­ía al viejo y goteante excusado de piedra... Tristessa está drogada, bella como siempre se dirige contenta a su casa para meterse a la cama y disfrutar de su morfina.

Encantadoras ondulaciones en forma de pera ciñen la piel de Tristessa a los huesos de sus mejillas, grandes y tristes párpados, la resignación de la Virgen Marí­a, una aterciopelada complexión y unos ojos de asombroso misterio con una profunda y terrenal inexpresividad, mitad desdén, mitad lastimosa lamentación de dolor... "Estoy enferma", nos dice siempre a m­ y a Bull en la casa... Estoy en la ciudad de México, enloquecido, con el pelo desordenado, en el interior de un taxi, cerca del Cine México, atrapado en un lluvioso embotellamiento de tránsito, bebiendo grandes tragos de mi botella...

Le pago al taxista 3.33 pesos, le doy diez pidiéndole seis* de cambio, mismos que me da sin pronunciar palabra... Me gustar­a saber si Tristessa piensa que soy tan derrochador como Juan Borracho en México... pero no hay tiempo para pensar y rápidamente nos internamos en unas luminosas y pequeñas calles llenas de centellantes luces de neón y velas encendidas por los que sentados en las aceras venden montoncitos de nueces... Impetuosos, entramos en el apestoso pasillo de la vecindad donde está su cuarto de azotea. Caminamos entre llaves de agua goteando, cubetas, niños y patos bañándose. Llegamos y la puerta de acero con adobes en su interior está abierta, entramos a la cocina y la lluvia cae sobre las ramas y las tablas que forman el techo, provocando que el agua salpique sobre la basura que dejan los pollos en el húmedo rincón. Milagrosamente veo al pequeño gato rosa orinando sobre un montón de malvas y comida para pollos... Adentro, el cuarto está completamente desordenado, como si hubiera sido saqueado por unos locos. Está lleno de periódicos, de pollos picoteando arroz, de pedazos de sandwiches tirados en el piso... En la cama, enferma, tapada con una cobija rosa, está la "hermana" de Tristessa... Todo resulta tan trágico como la noche en que a Eddy le dispararon en la lluviosa calle Rusia.

Tristessa menea la cuchara que usa para calentar la morfina con un cerillo de una fábrica de calentadores. Se ve torpe y flaca. Observo sus delgados tobillos detrás de su vestido arrevesado que parece kimono, mientras se arrodilla sobre la cama como si rezara y calienta la droga en la superficie de la silla que está llena de cenizas, pasadores, algodones y material Konk, como si fuera una extraña fabricante mexicana de bilés, pestañas y afeites... Si una porción de droga de un dólar hubiera estado tirada, hubiera hecho todo menos confuso...

Me lamento tanto frente a mi vaso de jaibol que se dan cuenta que me voy a emborrachar, entonces no sólo me permiten sino que me suplican que me dé un pinchazo de morfina, cosa que acepto sin temor alguno debido a que ya estoy borracho... Meterte morfina cuando estás borracho es la peor sensación del mundo, el efecto te golpea la frente como una piedra, produciéndote un enorme dolor, afectando tu capacidad de control, de hecho anulándola... y es que el alcohol y el alcaloide se neutralizan uno al otro. Pero acepto, y tan pronto como empiezo a sentir el amenazante y ardiente efecto volteo hacia abajo y veo que la gallina quiere trabar amistad conmigo... Ella camina hacia m­ meneando el cuello, viendo mi rótula, mis manos columpiarse, acercándose con reservas... Coloco mi mano en su pico incitándola a que me pique para hacerle ver que no le tengo miedo, que confí­o en que no me va a herir... Pero ella sigue desconfiando... De pronto mira fijamente mi mano cautelosa, trémulamente, casi con ternura, por lo que retiro mi mano con una sensación de triunfo. Ella cacarea contenta, recoge animosamente algo del suelo y lo avienta... Un pedazo de hilo de lino le cuelga del pico, luego lo arroja con ­ímpetu, ve su entorno, camina alrededor de la áurea cocina del Tiempo en el grandioso fulgor Nirvánico del Sábado en la noche y todos los r­íos rugen en la lluvia...

También quiero hacer amistad con el gallo, ahora que estoy sentado en la otra silla frente a la cama. El Indio se acaba de ir con un grupo de tipos bigotudos y extraños. Uno de ellos se me quedó viendo con curiosidad, con una complaciente, orgullosa e irónica sonrisa, mientras yo sostení­a mi copa en la mano comportándome como un borracho... Me miraba delante de las damas como dándoles el ejemplo a sus amigos... Ahora, solo con las dos mujeres, me siento educadamente frente a ellas para hablar con seriedad y pasión acerca de Dios. "Mis amigos están enfermos, por eso les doy droga", me dice la hermosa Tristessa de Dolores con sus húmedos y expresivos dedos largos que bailotean pequeñas danzas indias ante mis hechizados ojos. "No me importa que mis amigos no me paguen. Porque con expresión firme me apunta con el dedo a los ojos: “mi Señor es quien me paga y me paga más... M-á-s..." Se inclina, y acelerada enfatiza "más"; lo que yo quisiera es poderle decir en español acerca de la infinita e invaluable bendición que obtendrá en el Nirvana... La amo, estoy enamorado de ella... Golpetea mi brazo con su dedo delgado, cosa que adoro... Trato de recordar mi lugar y mi posición en la eternidad. He jurado renunciar a ser lujurioso con las mujeres... He jurado renunciar a la lujuria en nombre de la lujuria... He jurado renunciar a la sexualidad y a mis impulsos inhibitorios... Quiero entrar en el Flujo Sagrado y en mi camino llegar a salvo a la otra orilla, aunque me gustar­a darle un beso a Tristessa para que escuchara mi corazón. Ella sabe que la admiro y amo con todo mi corazón y que me he estado conteniendo. "Tú eres dueño de tu vida", le dice a Old Bull, "yo de la m­ía y Jack de la suya", dice, señalándome, liberándome de compromisos, sin lanzar reclamos como harán muchas mujeres a quien uno ama...

Parece una mujer sabia, agraciada por la multitud de Bhikshunis en los tiempos de Yasodhara, que la erige en monja divina. Con sus párpados ca­dos y sus manos juntas parece una Madona. Lloro al pensar que Tristessa nunca ha tenido un hijo y que posiblemente nunca lo tendrá debido a su adicción a la morfina (adicción que avanza tanto como la necesidad, la abstinencia y lo que sustituye la necesidad, por lo que gime de dolor todo el día, su dolor es real: abscesos en el hombro o neuralgia a un lado de la cabeza; en 1952, justo antes de Navidad, estuvo a punto de morir). Tristessa sagrada no sera objeto de una futura reencarnación, irá derecho hacia Dios, quien la recompensará con miles de millones de eones y eones para abolir su Karma. Ella entiende el Karma. Dice en español: "Todo lo que hago, después lo cosecho. Los hombres y las mujeres cometen errores, faltas, pecados." Los seres humanos crean su propio universo de problemas y tropiezos sobre las piedras de su propia imaginación falsa y errónea, la vida es dura. Ella lo sabe, yo lo sé, tú lo sabes... "Pero lo que quiero es meterme morfina y no volver a enfermarme." Y dobla sus codos con su cara de campesina, entendiendo las cosas de tal modo que yo no... y mientras la miro fijamente, la trémula flama de la vela se refleja en los huesos superiores de sus mejillas, de tal modo que me parece tan bella como Ava Gardner, incluso más que una Ava Gardner negra, que una Ava morena de cara grande, largos huesos, grandes párpados ca­dos... Tristessa no tiene una expresión sexy, la tiene de India con cara sentimental y boca caí­da y desdeñosa, por eso pienso que su belleza es perfecta. Sin la perfección del tipo de Ava, con sus carencias y defectos, pero sobre decir que todos los hombres y mujeres los tienen, y que todas las mujeres deben perdonar a los hombres y los hombres a las mujeres y que todos siguen sus propios caminos sagrados hacia la muerte. Tristessa ama la muerte... Se dirige a la imagen de la Virgen, arregla las flores y ora, se inclina ante un sandwich y sentada al estilo birmano sobre la cama (rodilla contra rodilla) (abajo) (sentada), reza mirando de lado a la Virgen, luego pronuncia una larga oración a Mar­ía agradeciéndole la comida, pidiéndole que la bendiga, y en respetuoso silencio yo espero y veo de reojo a El Indio, quien en actitud devota está a punto de echarse a llorar y cuyos ojos, debido a la droga, lagrimean con reverencia, especialmente cuando Tristessa se quita las medias para taparse con las cobijas de la cama...

Aunque el pinchazo me ha ca­ído bien y aun cuando no he tocado una botella desde entonces, una especie de cansada alegr­a se ha apoderado de m­í con enorme fuerza... La morfina ha aminorado mis preocupaciones pero no seguiré consumiéndola porque me debilita las costillas... Deberí­a golpearlos... "No quiero más morfina después de esto", prometo, deseando no continuar con estas pláticas acerca de la droga... Después de escucharlos a intervalos, finalmente ya me hartaron.

* * *

Desciendo por la salvaje calle de Redonda, bajo una lluvia que no ha dejado de caer, me abro paso cuidándome de las escenas escabrosas que observo, de los cientos de prostitutas alineadas a lo largo de los muros de la calle de Panamá frente a sus cuartos hundidos, donde una gran mamacita está sentada junto a unos grandes trastes de cocina para guisar puerco; cuando me voy hablan acerca del puerco mostrando cómo es la cocina y la comida... Los taxis merodean, los conspiradores se pierden en la oscuridad, las prostitutas se arrinconan en la noche haciendo señas con los dedos que parecen decir "acércate", los jóvenes pasan y les echan un vistazo... Cogidos del brazo, una multitud de jóvenes mexicanos chacotean en la calle donde están las chicas, como si estuvieran en el Casbah. A ellas el pelo les cae sobre los ojos, borrachas, sus piernas son largas y morenas, cuando pasan los jóvenes les agarran sus ceñidos trajes amarillos, les golpean la pelvis, les jalan las solapas, les imploran, ellos dudan qué hacer... Más allá de la calle, los policí­as caminan despreocupadamente, parecen pequeños patos con ruedas avanzando invisibles de un lado a otro de la acera... Echo una mirada hacia el bar en el que los niños bostezan y otra hacia el bar de los maricas y jóvenes que se prostituyen, y en donde actores con suéteres de cuello de tortuga bailan como arañas danzas de putas para un grupo de viejos criticones de 22 años de edad... Luego miro ambos antros y veo el ojo del criminal, del criminal en el Cielo... Me abro paso entre la gente para observar la escena, balanceando la mochila donde guardo una botella, me muevo abruptamente y mientras camino les echo a las putas unas miradas igual de abruptas, y ellas desde sus sórdidos pasillos me env­ían convencionales mensajes de desdén... Me muero de hambre, comienzo a comerme el sandwich que me dio El Indio, que en un primer momento rechacé para dárselo al gato, pero como El Indio insistió tanto en que era un obsequio lo acepté, y ahora respiro hondamente tomándolo con delicadeza mientras camino por la calle... Observo el sandwich y comienzo a comérmelo... Me lo termino y recorriendo los distintos puestos donde gritan: "joven!" me compro unos tacos de hí­gado hediondo y de salchichas en trozos, con cebolla negra y blanca, que humean calientes y grasosas y que crujen sobre una parrilla colocada al revés... Pruebo las picosas salsas que devoran mi boca y la llenan de fuego, y me voy rápidamente... Pero luego me compro otro taco, otro más, dos de carne de res machacada en una tabla, de cabeza y todo lo que se le parece, de pedazos de granos y cartí­lagos. Todo está revuelto sobre una asquerosa tortilla y sazonado con sal, cebolla y hojas verdes... Picado... Si el puesto es bueno resulta un delicioso alimento... Los puestos están alineados 1,2,3, en fila sobre casi un kilómetro de la calle, trágicamente iluminados con velas, tétricos focos y faroles extraños. Todo México es una Aventura Bohemia que sucede en el desnudo y enorme valle nocturno de piedras, velas y niebla... Camino por la Plaza Garibaldi, donde la polic­ía acecha, bizarros tumultos de gente se aglomeran en las angostas calles alrededor de apocados músicos que tocan débilmente sus trompetas cerca de las banquetas... Las marimbas resuenan en los grandes bares... Confundidos entre sí­, hombres ricos y pobres con sombreros de ala ancha salen por las puertas de dos hojas a escupir pedazos de cigarro y con sus enormes manos se golpean los genitales como si fueran a arrojarse a un arroyo helado... Culpable... Más allá de las calles aledañas, mort­íferos autobuses avanzan y se contonean al pasar sobre hoyos llenos de lodo... en la oscuridad brillan luminosos los vestidos amarillo chillón de las putas... grupos de amantes permanecen inclinados o parados contra los muros de la amada noche mexicana... hermosas muchachas de todas las edades pasan por la calle, algunos gordos chistosos y yo volteamos nuestras cabezotas para observarlas... son demasiado bellas como para aguantarse las ganas...

Deambulo por la oficina de Correos, cruzo al final de la Avenida Juárez, el Palacio de Bellas Artes está hundido muy cerca... Me dirijo a San Juan de Letrán y camino con rapidez 15 cuadras, deteniéndome en un lugar donde hacen deliciosos churros cortando trozos de harina fresca y que luego frí­en con azúcar y mantequilla en una olla llena de aceite caliente; me los como recién hechos mientras contemplo la noche peruana delante de los enemigos de la calle... Aqu­í se reúnen toda clase de enloquecidas bandas, cuyos alegres jefes se drogan y usan estrafalarios sombreros escandinavos de lana para esquiar sobre su parafernalia y sus cortes de pelo estilo pachuco... Un d­a que pasé por aqu­í, el lí­der de una banda callejera de niños estaba vestido de payaso, con una media de nylon en la cabeza y grandes cí­rculos pintados en la cara; los niños más chicos intentaban imitarlo poniéndose también ropa de payaso gris, pintándose los ojos de negro y luciendo rizos blancos. Como jockeys en un gran hipódromo, la pequeña banda de pinochos heroicos (y de Genet) hací­an sus cosas en la esquina de la calle; un muchacho más grande bromeaba con el Héroe Payaso: "¿Por qué payaseas, héroe payaso? ¿No encuentras el Cielo por ninguna parte?" "No hay ningún Santa Claus para los payasos héroes, chavo loco..." Otras bandas de pseudo-adictos se ocultan frente a los bares nocturnos que producen un gran alboroto... y yo paso volado por ahí­, echando a todo este embrollo una vertiginosa mirada a lo Walt Whitman... Comienza a llover fuerte, ya he caminado bastante con mi pierna adolorida bajo la copiosa lluvia, no tengo ni oportunidad ni intenciones o lo que sea de tomar un taxi, el whisky y la morfina me han vuelto inmune a la enfermedad que produce el veneno que supura mi corazón.

Camino con dificultad, dando tumbos, borracho, desolado, tambaleándome sobre la precaria y resbaladiza banqueta llena de aceite vegetal de Tehuantepec, banqueta verde llena de invisible espuma agusanada que se eleva... Unas mujeres muertas se esconden en mi cabello, pasando debajo de un sandwich y una silla... "¡Están locos! le gritó en inglés a la gente. No tienen la menor idea de lo que hacen en esta eterna torre con campanas que se columpia contra los t­íteres de Magadha, de Mara, del Tentador, locos... Todos ustedes estiran, aflojan, regatean y compran... y se frustran y mienten... pobres tipos desmadrados arrastrados por los flujos del desfile de su nocturna Calle Principal, no saben que el Señor con su vista todo lo organiza. Incluyendo su muerte. Nada sucede que el Señor con su vista todo lo organiza. Incluyendo su muerte. Nada sucede, yo no soy yo, ustedes no son ustedes, los inconmensurables no son ellos y el mismo infinito no existe."

Rezo sobre los pies del hombre y como ellos espero.

¿Como ellos? ¿Como el hombre? ¿Como él? Él no existe. Sólo existe la divina e impronunciable palabra divina. Que no es una Palabra sino un Misterio.

Al final de San Juan de Letrán están unos últimos bares rodeados de tétrica niebla, con los adobes rotos, sin malvivientes ocultos, construidos con madera, malsanos y húmedos, con el drenaje visible y charcos y zanjas de metro y medio llenas de agua en el fondo... Unos edificios empolvados chocan contra la luz de la ciudad... Observo las tristes puertas de estos últimos bares donde se reflejan los encajes dorados y brillantes de las mujeres, me siento como si volara en un jet, como pájaro en pleno vuelo. Unos jóvenes están en el pasillo, vestidos con trajes harapientos; en el interior el conjunto toca un chachachá, al compás de la música enloquecedora los jóvenes se golpean las rodillas curvándose y quejándose, todos en el bar bailotean.

Cuando me alejo de estos bares comienza a llover en serio, corro tan rápido como puedo hasta dar con un enorme charco que finalmente salto y cruzo mojándome por completo... La morfina me proteje de la humedad, mi piel y mis miembros están entumecidos... Como un niño que esquí­a en invierno, se cae en el hielo y corre a su casa con los esqu­ís debajo del brazo para no resfriarse, me abro paso entre la lluvia panamericana mientras arriba se escucha el tremendo rugido de un avión de Pan American que desciende al aeropuerto de la ciudad de México con pasajeros de Nueva York que buscan que sus sueños tengan un final diferente.

Llego a la encantadora calle de Orizaba (después de pasar por unos anchos y lodosos parques cerca del Cine México y por la triste calle del tranví­a llamada General Obregón, en plena noche lluviosa, con rosas en los cabellos de su madre). En la calle de Orizaba hay un parque verde en forma de glorieta, con una maravillosa fuente en el centro rodeada de espléndidas residencias construidas de piedra, vitrales, antiguas rejas y adorables y majestuosas volutas gargoleadas, que al verlas a la luz de la luna se mezclan con la magia de la arquitectura de los jardines españoles (si se puede hablar de arquitectura), casas diseñadas para pasar noches maravillosas en su interior. Pretenden ser andaluzas. A las dos de la mañana la fuente no arroja agua, pero es como si lo hiciera, debido a la lluvia torrencial que cae...

Es la triste y lluviosa noche que se ha apoderado de mí... Por mi cabello escurre agua, mis zapatos están empapados... Traigo puesta una chamarra que está completamente mojada por fuera, pero a su interior no entra agua... Me dirijo a casa, paso junto a una panader­a que a las dos de la mañana ha dejado de hacer donas y veo las trenzas fuera de los hornos... A través de unas ventanas te venden las donas remojadas en miel a dos centavos cada una; de niño hubiera comprado canastas llenas... Pero ahora la panader­a está cerrada y en esta lluviosa y desolada noche de la ciudad de México no hay rosas ni donas recién hechas. Cruzo la última calle, lentamente, relajándome, soltando el aire de mis pulmones, distensando mis músculos, y llego a mi casa, no sé si muerto, con la intención de dormir dulcemente como los ángeles blancos.


Traducción: Jorge Garcí­a-Robles





JACK KEROUAC Y LA TRISTESSA




Jack Kerouac
Tristessa, por favor vete lejos

28-Mayo-07

Jack Kerouac estuvo alguna vez enamorado de una prostituta mexicana a quien nunca tocó. Le parecía hermosa, apetecible, pero su empecinamiento en seguir al pie de la letra ciertas enseñanzas del budismo zen le impedía acercarse a mujer alguna. Sólo su alcoholismo desenfrenado logró filtrarse en sus entrañas para alejarlo de la espiritualidad y recordarle que no era más que un ordinario hombre repleto de contradicciones. Pero su amor por Esperanza Villanueva fue auténtico, desesperanzado y total.


Esperanza es Tristessa. Jack la conoció en alguna de sus visitas a México por medio de un viejo amigo de Burroughs, Bill Garver, quien se convirtió de inmediato en su proveedor de sustancias. De hecho, Jack buscó a Bill porque buscaba morfina. Así volvió a toparse con esa morena que lo idiotizaba; con su “reina autóctona”, como él la llamaba.

La idolatría por momentos inexplicables de Jack hacia Tristessa cobra sentido al descubrir la imposibilidad de ambos personajes de comunicarse a través de un lenguaje ordinario, basado en palabras. Él con su elemental español y ella con una serie de frases memorizadas en inglés parecieran encontrar un vínculo mucho más intenso en sus acciones, reforzado por el dolor, la adicción y sus ímpetus autodestructivos.
Resulta difícil imaginar otra forma de alma gemela para un beat. Para un tipo que, ebrio y solitario, anhelaba la beatitud retorcida proporcionada por un ser supremo.

Precisamente su interés religioso, el mismo por el que muchos intelectuales lo juzgaron y se alejaron de él, representaba uno más de sus lazos silenciosos con Tristessa. Ella rezaba a la Virgen de Guadalupe con tal devoción que a Jack no le quedaba más que admirarla hasta seguir embelesado observándola mientras se quitaba las medias con una cadencia femenina que lo ponía a sus pies, tal como él lo narra en la novela.


Tristessa
(Mondadori, 2007) transcurre en las calles del Distrito Federal de mediados de los cincuenta. En la colonia Roma. En un cuarto de azotea en la calle de Orizaba. Las descripciones de Kerouac corresponden a la visión del extranjero turbado ante una ciudad tan caótica que a fin de cuentas le resulta ilegible. Las luces neón, la basura desparramada, la ropa desgarrada de los indígenas que caminan a su lado y el ruido de los que a su parecer son mortíferos autobuses terminan por dejarlo sin palabras para describir la miseria.

En algunos pasajes de la novela, Jack está asqueado, aterrado, a punto de dejarlo todo, pero el whiskey, la morfina y la extraña compañía de una mujer de piel de bronce recobran su ánimo y lo impulsan a seguir hacia una muerte secretamente anhelada.
Tal como lo señala Jorge García Robles en la presentación de Tristessa, el interés que en la vida real Kerouac sentía por Esperanza Villanueva se derivaba de la proyección que de su persona hacía respecto a ella. Esperanza era su otro yo femenino. Ambos sentían que la muerte y no la vida era el polo magnético que ineludiblemente los arrastraba. Lo que existe por lo tanto en la novela es una compleja forma de amor, o quizás sólo el cariño y la ternura provocadas en Kerouac al contemplar su patético reflejo.

La estructura narrativa de la novela es equivalente al zigzagueo callejero provocado por la embriaguez perpetua del protagonista. Pero es también, claro está, beat en su esencia: impulsiva, desobediente y torpe. Una torpeza que materializa la idea que Neal Cassady le planteara en una carta a Jack en 1948: “Siempre he creído que, cuando uno escribe, debería olvidar las reglas, los estilos literarios y otras pretensiones por el estilo (…). Creo que uno debería escribir, en la medida de lo posible, como si fuera la primera persona sobre la tierra”. (La Tempestad 52, enero-febrero 2007)

Tristessa es, a fin de cuentas, una escritura con una intensidad pasional extraordinaria.
Y claro, es justo en ese rasgo en el cual radica la gran virtud de los beats: no había escapatoria. La generación beat fue un grupo de víctimas de posguerra, con la fortuna de la trascendencia que su poética les permitió.

No hicieron más que seguir sin remedio los pasos de aquellos jóvenes europeos que buscaron significar una fuerza desintegrante ante la ceguera nacionalista que los rodeaba. Dadaísmo, surrealismo, Tristan Tzara, William Burroughs; las formas y los nombres que adoptó el desaliento y el sinsentido trasladado al arte durante el siglo XX parecen perderse ante un hecho ineludible: era la única salida.


Vicente Antonio



25 dic 2009

GREGORY CORSO: YO OBSEQUIE



Gregory Corso
New York City
May 11, 1986

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Obsequié el firmamento
junto a las estrellas los planetas las lunas
y también las nubes y los vientos del clima,
las formaciones de aviones, la migración de las aves...

"¡De ninguna manera!" aullaron los árboles,
"¡Los pájaros cuando no vuelan son nuestros, no los podés obsequiar!"
Así que obsequié los árboles
y el terreno que ellos habitan
y todas aquellas cosas que crecen y se arrastran sobre él...

"¡Un momento!" marearon los mares,
"¡Las costas, las playas son nuestras, los árboles para los barcos,
para los astilleros, nuestros! ¡no los podés obsequiar!"
Por lo tanto obsequié los mares y todas las cosas que los nadan,
los navegan...

"¡De ninguna manera! tronaron los dioses,
¡Todo lo que has obsequiado nos pertenece! ¡Nosotros lo creamos!
¡Incluso creamos a aquéllos como vos!"

Entonces fue cuando obsequié los dioses.





photo Fred W. McDarrah
Gregory Corso, Allen Ginsberg, William Burroughs, Maretta Greer
at Opening of Timothy Leary's Meditation Center, Hudson Street,
February 15, 1967

Desnudos bajo un Viento Negro



I BLESS AMERICA FOR ROCK 'N' ROLL


“Era un hombre muy grosero, pero activo y de una estupidez asombrosa, una masa de entusiasmos imbéciles.”
“1984” – George Orwell

“Muchos llaman éxito a lo que llamas rutina.”
De la película: “Everybody says I love you” de Woody Allen

“...y a la vez ese sentimiento de forzosidad, de que hemos llegado al límite y que algo va a quebrarse silenciosamente para dejarnos a cada lado de la fisura, de la enorme grieta del presente, con inútiles signos amistosos, lágrimas y pañuelos, desnudos bajo un viento negro.”
“Libro de Manuel” – Julio Cortázar

“...había pequeños grupos de hombres y mujeres enlutados que murmuraban, que cuchicheaban, produciendo un rumor como de agua que hierve.”
“Balún Canán” – Rosario Castellanos

“La gente mayor, los que ya podían hacer uso de la bicicleta, levantar una casa, desnudar una mujer, ser rey de algo…”
“Cuentos Breves Latinoamericanos” – Alfonso Alcalde

Lewis Carroll - Matemático y escritor británico (1832-1898):
"Las palabras tienen más sentido del que nosotros les damos al usarlas; por consiguiente, un libro entero debe significar mucho más de lo que su autor cree."




"Alicia en el país de las maravillas" se publicó en 1865, "A través del espejo" siete años más tarde. Ambos tuvieron un gran éxito; dieron fama a Lewis Carroll (Charles Ludwidge Dodgson)

Carroll acostumbraba remar en el río Isis con las hijas del decano de la Iglesia de Cristo, las niñas Liddell, una de las cuales era Alicia. Ellas iban a visitarlo para que las fotografiase o para comer con él. Se supone que en su nivel más profundo, sus dos libros principales son alegorías en las que están fundidos dos temas: su inexpresado amor por Alicia Liddell y la atracción que sentía por los misterios matemáticos relacionados con el tiempo.

En "A través del espejo" se anticipan descubrimientos de las matemáticas y de la física del siglo XX mediante la sabiduría de los notables filósofos que desfilan por sus páginas: la Reina de Corazones, Humpty-Dumpty, el Caballero Blanco, Tweedledum y Tweedledee. Sus famosos escritos captaron el interés a la vez de filósofos, poetas, lógicos y escritores: Russell, Breton, Artaud, Strawson, Deleuze, Eddington, Ryle y Cortázar.



“Si así fue, así pudo ser; si así fuera, así podría ser; pero como no es, no es. Eso es lógica.”
(“A través del espejo”)

En el Prefacio a la cuarta edición de su “Lógica simbólica”, Carroll afirma que su intención es “popularizar este tema fascinante”, hacer accesible la lógica a los jóvenes estudiantes proporcionándoles así una fuente de goce intelectual. No se puede afirmar que Carroll haya contribuido al avance de la lógica; sus intereses eran tan sólo didácticos. Pero en sus libros de lógica no hay sino “una claridad más acabada en la exposición y un añadido de sutilezas divertidas.”

Lewis Carroll era extraordinariamente meticuloso y “bastante aburrido” como profesor: enseñó en Oxford durante veintisiete años. Usaba cinco tamaños de papel para escribir, mantenía una prodigiosa correspondencia que tenía catalogada y llegó a ser uno de los mejores fotógrafos de su tiempo.

El principio lógico del tercero excluido nos muestra la existencia de dos únicas opciones, por ejemplo: “llueve” o “no llueve”. Carroll juega con este principio en un diálogo entre Alicia y el Caballero Blanco en “Al otro lado del espejo”:

“Permítame –dijo el Caballero con tono de ansiedad- que le cante una canción.”
“¿Es muy larga?” –preguntó Alicia, que había tenido un día poéticamente muy cargado.
“Es larga –dijo el Caballero-, pero es muy, muy hermosa. Todo el que me la oye cantar, o bien prorrumpe en llanto, o bien…”
“O bien qué?”- dijo Alicia al ver que el Caballero se había callado de repente.
“O bien no prorrumpe.”

Con el paso de los años Carroll se hizo más susceptible, más intolerante y difícil. Fue evadiéndose del mundo real a otro imaginario de juegos, rompecabezas y paradojas lógicas. Tenía el hábito de trabajar durante toda la noche en su escritorio. En 1898 contrajo una infección de vías respiratorias que le causó la muerte.

"Diccionario del Diablo"

- Ambrose Bierce
- Escritor estadounidense (1842 - 1914)


Toda la obra de Bierce es el fruto ácido de una desdicha irreparable para la cual sólo hay dos caminos: la facilidad del alarido o la maceración del sarcasmo.

Amistad: s. Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta.

Amor: s. Insanía temporaria curable mediante el matrimonio o alejando al paciente de las influencias bajo las cuales ha contraído el mal. Esta enfermedad, como las caries y muchas otras, sólo se expande entre las razas civilizadas que viven en condiciones artificiales; las naciones bárbaras que respiran el aire puro y comen alimentos sencillos, son inmunes a su devastación. A veces es fatal, aunque más frecuentemente para el médico que para el enfermo.

Aplauso: s. El eco de una tontería. Monedas con que el populacho recompensa a quienes lo hacen reír y lo devoran.

Año: s. Período de trescientos sesenta y cinco desengaños.

Ayer: s. Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado entero de la ancianidad.

Comestible: adj. Dícese de lo que es bueno para comer y fácil de digerir, como un gusano para un sapo, un sapo para unan víbora, una víbora para un cerdo, un cerdo para un hombre y un hombre para un gusano.

Diccionario: s. Perverso artificio literario que paraliza el crecimiento de una lengua además de quitarle soltura y elasticidad. El presente diccionario, sin embargo, es una obra útil.

Espalda: s. Parte del cuerpo de un amigo que uno tiene el privilegio de contemplar en la adversidad.

Matar: v, t. Crear una vacante sin designar sucesor.

Paciencia: s. Forma menor de la desesperación disfrazada de virtud.

Peatón: s. Para un automóvil, parte movediza y audible del camino.

Presente: s. Parte de la eternidad que separa el dominio del desengaño del reino de la esperanza.

Teléfono: s. invención del demonio que suprime algunas de las ventajas de mantener a distancia a una persona desagradable.

Vidente: s. Persona, por lo general mujer, que tiene la facultad de ver lo que resulta invisible para su cliente: o sea, que es un tonto.

Les Paul

- Músico e inventor estadounidense (1915-2009)

A los 90 años, Les Paul, el hombre que inventó la guitarra eléctrica de cuerpo sólido, subía al escenario en el Iridium Jazz Club de Nueva York donde Paul Mc Cartney, Bob Dylan o Keith Richards solían acompañarlo. “No me perdería los lunes por nada del mundo”, decía Paul, “es una razón para salir de la cama, aparte de ir al baño.”

Lester William Polsfuss (Les Paul) hizo quizá más que nadie para crear las herramientas y las técnicas que dieron forma a la música de los últimos 60 años. En 1945 presentó su primer prototipo a los directivos de Gibson: una especie de caja semidesmontada con un tablón en el medio, con un aspecto visual lastimoso y fue desestimado porque en Gibson pensaron que las guitarras sólidas no prosperarían, ya que por entonces la demanda de guitarras tradicionales era considerablemente elevada.

Dijo Les Paul: “me dieron con la puerta en las narices, la llamaron una escoba con pastillas.”

Debido al éxito arrollador de las revolucionarias guitarras Fender, de cuerpo macizo, la compañía Gibson decidió colaborar con Les Paul llegando a desarrollar 50 o 60 prototipos de guitarras hasta que encontró un diseño que lo dejó satisfecho. El resultado fue una guitarra con el nombre de su creador y que incluía muchas de sus ideas: la “Gibson Les Paul”. Al principio, Maurice Berlin, el presidente de la compañía, pensaba que se debería llamar simplemente “Les Paul” y que el nombre Gibson no debía aparecer, para que la empresa no perdiera reputación si fallaba la operación. Pero pronto cambió de idea.

La Fender Telecaster apareció en 1950, la Gibson LesPaul en 1952 y la Fender Stratocaster en 1954.

Las Gibson Les Paul de este período inicial, 1957-1960 son guitarras cotizadísimas. El perfil tallado de la tapa fue una idea de Gibson para que las guitarras fueran difíciles de copiar. Esta guitarra apareció como una primera tentativa de guitarra moderna, pero su diseño ha permanecido prácticamente constante durante sus más de 50 años de existencia.

En 1962 expiró el contrato de Les Paul con Gibson y decidió irse de la firma, comentando con disgusto que Gibson siguió haciendo guitarras sin poner su nombre en ellas.


Orville Gibson: (1856-1918)

Trabajó como zapatero (1881) pero tuvo como gran pasión el trabajo en la madera sumada a su locura por la música lo que derivó en el esfuerzo por el diseño de guitarras y mandolinas. En 1974 nació “la Gran Gibson”, pionera de lo que ahora conocemos como, guitarra de caja. Sus guitarras tuvieron tal éxito que Gibson decidió crear en 1902 una empresa dedicada a su fabricación.

Los detalles constructivos de los instrumentos Gibson eran excelentes más aún comparados con los de Fender, algo más simples. Gibson nombró sus famosas guitarras con las siglas "ES" que significan “Electric Spanish”.

Orville Gibson se desvinculó rápidamente de la firma y ésta creció descomunalmente. Murió en un manicomio.


2010: año del contacto